sábado, 2 de febrero de 2013

ISLAND´S BAR (capítulo 1)

Esta ha sido una forma diferente de escribir, nace de una frase "algo haremos juntos algún día" y así fue en ese mismo instante empezamos a escribir juntos, cada uno unas líneas para formar una historia con dos narradores, y quiero compartir con vosotros el resultado, la historia aún no esta terminada pero muy pronto lo estará, como es bastante extensa la iré publicando poco a poco...Espero que la disfruteis, con q lo hagais un 1% de lo q yo la he disfrutado escribiéndola será suficiente.

Gracias @kvhote ha sido una experiencia genial....
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Adriana era una pequeña niña que ya pasaba los treinta, tenia una cara bonita, grandes ojos casi negros, pómulos redonditos y gruesos labios que destacaban bajo una pequeña nariz que apenas la permitía sujetar esas gafas de pasta que solía llevar. Su pelo era negro, liso y caía hasta la mitad de su espalda. Su cuerpo era voluptuoso, pero con una proporción equivalente a la de botero, lo que la otorgaba de un especial atractivo.

Era consciente de que no tenía un cuerpo diez, de esos con los que muchos hombres soñaban, esos cuerpos de modelo de catalogo que tan bien salían en las fotos, pero nunca le había importado. Los hombres no podían evitar girar la cabeza para quedar hipnotizados por el contoneo de sus caderas, o se quedaban embobados paseando la mirada por sus generosos pechos. Ella se sentía a gusto con su imagen, y sabía de buena tinta que muchos hombres fantaseaban con desenvolver su cuerpo y perderse en aquellas curvas que Adriana se encargaba de resaltar. A simple vista podía parecer una mosquita muerta, una mujer callada y algo vergonzosa, pero tan sólo se trataba de una imagen que ella misma había creado. La vida le había enseñado a jugar bien sus cartas, y ese aspecto de niña buena le servía para descolocar a los hombres cuando sus encuentros pasaban de un simple café a algo más.

Ektor era un muchacho sensible, su look informal y desenfadado le hace parecer mas joven de lo que era, su pero era negro y rebelde, pareciendo siempre estar recién levantado, sus ojos eran pequeños pero en ellos se podía adivinar su espíritu aventurero, inquiero y luchador. El tenia una de esas narices mas bien grandes que otorgan a su dueño una imponente personalidad, pero lo mejor que tenia era una preciosa sonrisa, que transmitía una inmensa tranquilidad, enmarcada en unos labios gruesos que invitaban a saborearlos.

Aquella sonrisa era lo que hacia que las mujeres quisieran ir más allá de ella y adentrarse en lo que su mirada ocultaba. Su físico también ayudaba a que las mujeres se fijaran en el. Los pantalones se adaptaban a su trasero como un guante a pesar de lo sueltos que quedaban sobre sus fibrosas piernas. Los jerséis escondían unos brazos trabajados a base de ejercicios de levantamiento de pesas y un pecho bien definido que hacia que casi cualquier camiseta le sentara bien.

Pero no siempre fue así, siempre había sido un niño gordito y algo tímido, hasta que llego a la adolescencia, se propuso cambiar el año que estaba en COU y empezó a hacer deporte y a cuidarse, los resultados llegaron rápido y aunque no fue fácil el gimnasio dio sus frutos, subiendo su autoestima y fue ahí donde comenzó a darse cuenta, de que lo he había pasado años atrás le había conferido una sensibilidad que sumada al físico que había conseguido, volvía loca a las mujeres.

Llevaba ya mas de 10 años recuperando el tiempo perdido, volaba de flor, no quería tener nada serio con alguien, apenas solía pasar de las dos noches, sentía que no estaba preparado para dar un paso mas allá, o al menos no había sentido algo tan importante por alguien como para plantearse lo se verdad, y lo pasaba mal cuando una mujer le cogía demasiado cariño. Ya en un par de ocasiones vio a una mujer llorar por el y no podía soportarlo, por lo que prefería jugar e ir disfrutando de lo que la vida le ponía en el camino.

El sabía de sobra lo que era sentir algo por alguien y no ser correspondido, siempre lo había dado todo desde el momento en el que conocía a esa chica especial. Pero el tiempo le enseñó a reservar, a no dejar que los sentimientos decidieran por el, a valorar cada instante de placer compartido en vez de pensar automáticamente en el después. Disfrutaba de su vida y de los placeres que encontraba en cada boca que besaba, de las noches sumergido entre las suaves piernas de aquella pelirroja que conoció en la biblioteca, o de las interminables horas en las que recorría el cuerpo de aquella camarera que le servía el café cada mañana.

Pero a veces, y a pesar de ser independiente y no saber si estaba preparado para mantener una relación, lo extrañaba, había noches que su cama vacía se le hacía demasiado grande, repasaba en su mente a todas las mujeres que conocía pero no la encontraba a esa mujer que le hiciera tensar sus músculos, que le hiciera sonreír solo de pensar en ella, que le hiciera estremecer solo con imaginar un leve roce, sabía que ella no estaba entre ellas, aún tenía que conocerla, de eso estaba seguro, pero tampoco tenía prisa porque llegara ese momento.

Y aquella noche soñó con ella, con esa chica especial. Soñó como el sonido de sus tacones al recorrer la distancia que los separaba lo llenaba de deseo con cada nuevo paso, soñó con esas caderas que marcaban un ritmo perverso, un cadencia que ansiaba notar sobre su piel desnuda. Soñó que desenvolvía su cuerpo con delicadeza, como el niño que abre sus regalos la mañana de navidad y en su sueño se quedó con la boca abierta contemplando su piel y aquellos lunares que ansiaba unir con su lengua como sí de un dibujo se tratara. Soñó que se perdía en sus labios y caía entre sus piernas para encontrarse de nuevo sobre sus pechos. Esa noche soñó, y aunque en su sueño no pudo verle la cara su sueño se llenó de jadeos y gemidos que lo hicieron amanecer empapado en sudor.

Eran las 19:45 ella como siempre había llegado temprano a aquel bar, allí había quedado con un amigo sobre las 20:00 para tomar unas cañas y ponerse al día, hacía tiempo que no se veían, pero unos días antes se había encontrado de manera fortuita y quedaron en verse más tranquilos y contarse como les había tratado la vida en ese año y pico que no se habían visto. Se sentó en uno de los puff y pidió un tercio que le trajeron enseguida, dio un trago a su cerveza sintiendo como el amargor y su temperatura helaba su paladar y su garganta, era una sensación que la encantaba. Mientras observaba el entorno, era un bar diferente, siempre le había gustado, su decoración era algo árabe, con mesas bajitas, y puff y sillones del mismo estilo, lámparas con cristales de colores, una luz tenue, música chillout y varias shishas de diferentes sabores repartidas por las mesas. Cuando era más joven solían ir allí porque estaba apartado y era el único bar donde se podían fumar porros, cosa que comprobaba se seguía haciendo a pesar de la ley antitabaco, así que mientras esperaba a Manuel, sacó un poco de marihuana y se dispuso a liar.



Ektor había conseguido aquel trabajo gracias a una conocida. Después de recorrer su pequeño piso aprovechando cada rincón para abusar cada uno del cuerpo desnudo del otro, cuando estaban tumbados sobre una alfombra de pelo grueso fumándose un cigarro ella le había comentado que en el bar en el que trabajaba estaban buscando un camarero. El aceptó la entrevista de trabajo encantado, al fin y al cabo un poco de dinero extra nunca venía mal. La entrevista fue pan comido, la dueña enseguida comenzó a bromear con el y su sonrisa terminó de convencerla. Empezó a trabajar aquel mismo día y aunque al principio todo era nuevo para el, Blanca, la chica que le había conseguido la entrevista, se encargó de hacerle saber donde estaba cada cosa. También le enseñó el almacén, situado en la parte trasera de la barra, donde rápidamente se deshizo de su cinturón y bajó sus pantalones para empujarlo después sobre unas cajas de cerveza y arrodillarse entre sus piernas. La rapidez de la lengua de Blanca casi lo llevó a correrse allí mismo, pero cuando estaba a punto ella se detuvo y se puso en pie, se alisó su media melena castaña y se acercó a su cuello para decirle "bienvenido al bar, camarero" mientras dejaba que sus labios rozaran el lóbulo de la oreja de Ektor.
Había salido del almacén después de recomponer lo mejor que había podido, pero su pantalón aún seguía algo abultado. Por suerte la jefa le había dado un delantal que tras atarlo a su cintura disimulaba su erección. Lo que no consiguió disimular fue su excitación, los ojos paseaban de escote en escote, se entretenían con el pantalón tan ajustado de la joven al que acababa de servir un te o con la corta falda de la mujer rubia que estaba sentada unas mesas más allá. Y cuando por fin conseguía calmar su deseo Blanca se cruzaba con el en la estrecha barra, haciendo que su culo rozara su bragueta y que le costara contener sus manos, ansiosas por arrancar la blusa que llevaba puesta. Tampoco ayudaba demasiado el hecho de no dejar de mirar a aquella joven de ojos negros que le había pedido una cerveza hacia un rato. Había paseado su mirada por el generoso escote que hacia parecer sus pechos aún más apetecibles mientras ella rebuscaba en su cartera algo suelto para pagar la consumición y se recreó en sus curvas mientras se alejaba hasta uno de los puff situados al fondo del bar. Su mente fantaseó con seguirla al baño y empujarla dentro para hacerla temblar de placer.

Mientras daba vueltas a un grinde en el había puesto un cogollo el Telf. sonó, era un whatsapp de Manuel, "estoy de camino, hay atasco, lo siento pero tardare un poco mas, perdóname", ella contesto con un "tranquilo no he traído el coche me ha dejado mi hermana aquí, así que tienes asegurado que no me iré, besitos" dio un trago a la cerveza y saco una boquilla de cartón, la plegó, vertió el contenido del grinde en la mano, lo mezclo con un poco de tabaco de liar, lo volcó sobre el papel y lo lió lentamente, paso yo lengua por el borde, saco la parte interna del clíper que había dejado sobre la mesa y lo prenso, se quedo un instante mirando la obra de arte, disfrutaba de ese ritual, ella siempre decía que disfrutaba de un porro desde el instante en el abría la cajita de la marihuana. Lo encendió y dio una profunda calada, y expiró, la encantaba esa sensación que dan las primeras caladas, volvió a dar un sorbo que su cerveza, se había terminado, miro a la barra para avisar a la camera, pero había debido de llegar otro compañero hablan en la barra, se veían que coqueteaban, reían e incluso juraría que se rozaban al cruzarse, dejando el peta sobre el cenicero de encima de la mesa cogió el bolso y se acerco a la barra, el camarero se acerco apoyando sus antebrazos sobre la barra, estaba sonriente, yo devolví su sonrisa, "me pones un tercio, por favor""marchando", el se dio la vuelta para abrir una cámara y sacar el botellín, le siguió con la vista, no pudo evitarlo, la verdad es que tenia un culazo. 

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