Me recostó lentamente sobre la arena, se quitó la ropa, y sin dejar de mirarme se recostó a mi lado, acariciaba mi cara con sus dedos, mientras los míos acariciaban su pecho, besó dulcemente mi mejilla, después mi frente, después mi nariz mientras sonreía, no había palabras, no las necesitábamos, las palabras nos habían herido era mejor prescindir de ellas porque no las necesitábamos.
Besó mis labios, pero esta vez la temperatura del beso comenzó a cambiar, abandonó los grises, y todo se tornó de un color más cálido, sus manos acariciaban mi cuerpo, su lengua descendió por mi cuello, jugo con mis pezones y resbaló hasta mi ombligo, para volver a subir por el mismo camino. Se puso sobre mí, y balanceándose hacía rozar su miembro erecto contra mi sexo, su boca atrapaba los pequeños gemidos que salían de mi boca mientras mis dedos acariciaban su espalda.
Se levantó, tomó mi mano y sin soltarme fuimos adentrándonos en el mar, hasta que el agua cubría hasta mitad del torso, y allí sus manos levantaron mi cuerpo, con las manos bajo mis glúteos acercó despacio la entrada de mi sexo hasta el suyo y lentamente fue dejando de sujetar mi cuerpo para dejarle hundirse, las bocas se buscaban mientras entraba poco a poco, nuestros ojos no se separaban ni un instante, sólo se escuchaban las olas del mar, el vaiven de éste nos hacía movernos, sintiendo el roce de todo su sexo, su manos me levantaban y me sentaban haciendo que su sexo entrase y saliese del mío, rodee con mis piernas su cintura y sentí una penetración profunda, en ese momento éramos uno, nos acunábamos con el ritmo del mar, mientras nuestros labios se acariciaban tiernamente, nos abrazamos y sus manos me indicaron el ritmo que debía seguir, sentía su respiración en mi oído, y su aliento en mi cuello, que cada vez era más acelerado, me miró, y me besó el beso más intenso que jamás había sentido, y en ese instante nuestros cuerpos se sacudieron al unísono sintiendo una ola, esta vez de placer. Sentía su calor dentro de mí, separamos los labios y al mirarnos vimos q a cada uno de nosotros las lágrimas nos corrían por las mejillas,lágrimas que él retiro dulcemente con su dedo y que yo recogí con mi lengua. Sonreímos y mis labios volvieron a atrapar dulcemente los suyos.
Los gritos de un grupo de jóvenes que venían a la playa a hacer botellón me devolvió a la realidad, era de noche y estaba sola en la playa, con la camisa empapada y el pelo mojado, no me sentí triste al descubrir que él no estaba, sé que había estado allí, tenía esa capacidad de presentarse a mi lado cuando soñaba despierta, sabía que había sido él.
Me fui a dormir y al amanecer me di cuenta de que por primera vez esa noche no me había visitado en sueños, en ese momento entendí todo, entendí sus lágrimas al hacerme el amor, entendí el silencio porque no soportaríamos las palabras de un adios, había venido sólo para despedirse, le había perdido para siempre, y es que a veces amarse no es suficiente.
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