Entré en la sala con dos cervezas
en la mano, estaba en penumbra, solo una lámpara sobre el mismo viejo escritorio
en el que reposaba una máquina de
escribir, él estaba sentado de mala manera sobre la silla, más que sentado
tirado sobre ella, como un adolescente al que su madre insistiría en que corrigiese
la postura, estaba sentado de espaldas a la puerta, pero de frente a un ventanal
que le permitía ver el mar, miraba al horizonte, y aunque no lo veía sabía que
estaba fumando porque el rastro del humo le envolvía. Su mano se estiró con
desgana para para dejar el cigarrillo sobre el cenicero de metal que reposaba
en un lateral de la mesa, su torso estaba desnudo y sus piernas también, sus
manos se posaron sobre las teclas, que con un compás lento pero firme empezaban
a formar una melodía, yo observaba con una sonrisa, mientras mi corazón se
acompasaba a ese ritmo, no debía interrumpirlo sería un sacrilegio, verlo en
ese estado ya era un placer en sí mismo, así que me limité a disfrutar de ese momento.
Giró su cabeza y me miró: “Ey Palomita que
haces ahí, pasa”, “solo observaba, no quería molestar”, “no molestas ven”, me
acerqué y dejé las cervezas sobre el escritorio, fue a levantarse pero le pedí
que no lo hiciera, agarró mi mano y me miró, nos habíamos agarrado de la manos
muchas veces aunque no fuera físicamente, asique no era nuevo, pero como en
esas otras veces un escalofrió recorrió mi cuerpo.
“Tengo una idea” le dije, “dispara
pequeña”, puse una voz grave y dije “comandante me gustaría hacerle una
entrevista, tendría unos minutos para concedérmelos” me miró extrañado, por un
segundo sentí miedo, yo estaba loca como se me ocurría decir eso? sabía q lo
odiaba, lo había visto, las preguntas que le hacían eran absurdas, como si les
diesen igual las respuestas, al verlas me dio rabia, porque nadie se paraba a
escuchar todo lo que tenía que decir, eso no importaba, y al verlas pensé que yo
le habría hecho otras preguntas, tras ese segundo de silencio se carcajeo. “Claro
será divertido” me dijo, me senté a su lado, cogí el cigarro que el fumaba y le
di una calada mientras él abría las cervezas, le di una calada larga intensa,
necesitaba tiempo porque en realidad no tenía ninguna pregunta que hacerle,
nunca me gustó preguntar, siempre preferí esperar a que cada uno contase lo que
quisiese. “Sr lucky porque frunce siempre el ceño en las fotos?? Es la manera
de parecer un tío duro??” dije a la vez q reía jajajaja esa podría ser alguna
de las ridículas preguntas que le hacían. Levanté mi cerveza “chin chin por los
tíos que se ven obligados a parecer duros” y con una gran sonrisa la chocó con
la mía, “en realidad no hay más preguntas, creo que ninguna que pudiese hacerte
estaría a la altura de este momento, sólo dime algo, eres consciente de la
magia que desprendes tú y todo lo que haces?? Podrías seguir escribiendo??” fue
a decir algo, solo acertó a sonar un “pero…” y mi dedo se posó en sus labios,
shhhh le mostré mi brazo con el bello erizado, “por favor lucky, sigue, sigue
escribiendo” agarró mi dedo con su mano, lo besó y sus manos regresaron a las
teclas, yo cerré los ojos y simplemente me dejé llevar, me movía bailando la
melodía que él estaba tocando, y entonces entendió a que me estaba refiriendo.
Mis ojos permanecían cerrados, no sé si me miraba o si había vuelto a su mundo
a escribir, pero en realidad no importaba.
Se hizo el silencio pero no
importó yo seguía escuchando la música, abrí los ojos y me encontré con los
suyos, su cuerpo también bailaba. Me incorporé y le ofrecí mi mano, hizo un
gesto encogiéndose de hombros y señalando su cuerpo, no fue hasta ese momento
que me percaté de que tan sólo llevaba unos bóxer azules, reímos, y le dije “eso
es un problema??” “lo es?” respondió él, bajé los tirante de mi vestido y este
resbalo hasta el suelo, “ahora ya no” le dije mientras extendía mi mano, ahora
estábamos en igualdad de condiciones, a mi cuerpo sólo le cubría un pequeño
tanga negro de encaje.
Se levantó y con dulzura me rodeo
con sus brazos, su mano sujetó mi barbilla, como si quisiese observarme, por
primera vez las miradas se clavaron la una en la otra, decían las malas lenguas
que sus ojos daban miedo, eran solo eso, malas lenguas, tenía una mirada dura,
pero si eras capaz de traspasarlas podrías
observar que era solo la consecuencia de las grietas que tenía en el alma, que
detrás había una enorme dulzura, una ternura desbordante.
Apoyé mi cabeza en su pecho, me
dio una mano y rodeo mi cintura con la otra, nos movíamos en un maravilloso vaivén,
había un silencio absoluto en la sala pero no dentro de nosotros, creo que nuestros pies tan siquiera tocaban el
suelo, no sé cuánto tiempo pasamos bailando por la sala, si un minuto o una
hora, soltó una de las manos me dio media vuelta y me abrazó con las dos manos
por mi cintura, su boca se acercó a mi oído y ahora si tarareaba algo, yo no
llegaba a saber que era pero a mí me sonaba a música celestial, sentí su excitación
al inicio de mi espalda, me apreté contra él y entendió lo que mi cuerpo
deseaba, volvió a darme la vuelta y esta vez la música se paró, note sus ojos
brillar, me separé un paso para atrás, quería ver el envoltorio de esa mente
maravillosa, que me hacía sentir así, tenía una piel negra y fuerte testigo de
los años, de los golpes y la incomprensión, que a la vez era suave, era un
hombre guapo, delgado y misterioso, me sorprendió el tamaño del bulto que
asomaba por su ropa interior, aunque no sé porque me sorprendía, era mi negro
de ojos azules.
Me acerqué y le besé un beso
pequeño dulce, solo rozando mis labios con los suyos, como si me diese miedo
que se desvaneciese entre mis dedos, me acerqué a su oído, “ ya sabe comandante
el que es revolucionario puede besar donde quiera”. Sentí que se estremecía al
sentir mi aliento en su oreja, agarró mi cara con sus manos y me besó
profundamente como queriendo quitarme hasta la última gota de aire para
alimentarse.
Le empujé hacía su mesa y antes
de hacer q se sentara terminé de desnudarle. Ya no había marcha atrás, nuestras
mentes estaban conectadas deseando ser una. Me senté en una silla frente a él,
su postura seguía siendo la de aquel adolescente rebelde que miraba expectante
lo que iba a ocurrir, se dejaba hacer, mi boca comenzó subiendo por sus piernas
sin dejar ni un instante de mirarle, mi lengua recorrió el tronco de su
miembro, él intentaba mantener los ojos abiertos pero no podía, mi boca fue devorando
su polla lentamente y un gemido salió de la suya, entraba y salía lentamente,
mi lengua vibraba en su frenillo al recorrer la corona de su glande, succionaba
despacito sintiendo como terminaba de endurecerse . Tire de él hacia mí para
que se pusiera justo al borde de la mesa, mi boca jugo con sus testículos mientras
mi mano acariciaba su polla, y mientras mi lengua iba a jugar con su ano, mis
dedos apartaron mi tanga, estaba muy excitada, mojada, moje mis dedos con mi excitación,
y lentamente sustituyeron a mi lengua, primero uno, después dos, me levanté de
la silla y me incliné sobre él, era el momento de abandonar esa inmensa
ternura, y dejar paso a la intensidad de dos almas libres.
Mi boca y mis dedos le
masturbaban, cada vez a un ritmo más intenso, su mano en mi nuca me marcaba el
ritmo que deseaba, estaba tan excitada que mis gemidos se mezclaban con los suyos.
Su mano me indicó que parara, se incorporó y se puso detrás de mí, me empujó
haciéndome poner las manos en la mesa, bajó mi tanga de un tirón y lo hizo desparecer
por debajo de mis pies, su polla se coló entre mis piernas, y en un viaje de
ida y vuelta acariciaba mi sexo, sin hacerlo suyo, sus manos agarraron mis
pechos haciendo que me incorporase y pegase mi cuerpo al suyo, sus caderas
seguían moviéndose, produciéndome un enorme placer, mientras se empapaba de mi
excitación. Sus dientes mordían mi espalda y erizaban mi piel, sus dedos
apretaban de forma intensa mis pezones, su ritmo se incrementaba y el volumen
de mis gemidos también, no había palabras, no era necesarias, a la música del
placer en ese caso era mejor no interrumpirla, era como si, sin meterla me
estuviese acariciando cada cm del interior de mi cuerpo, no era un sexo físico,
era algo que jamás había vivido. No pude más agarré sus manos que tenían atrapados
mis pechos, y sin poder decir nada exploté en un intensó orgasmo que pareció
eterno, tuvo que sostenerme porque mis rodillas temblaban incapaces de
sujetarme, me abrazó, “ey palomita, estas bien??” di un trago a la cerveza,
para poder recuperar la humedad de la boca, que los gemidos se habían llevado,
le mire y “follame” fue lo único que acerté
a decir.
Agarró mi mano y me sacó al
jardín, extendió una manta se sentó y sin soltar mi mano me dirigió para
sentarme sobre él, sentí como me iba llenando poco a poco, hasta sentirme
completa, abrazados comenzamos una danza mágica, no había tambores pero yo allí
bajo las estrellas los escuchaba, ellos marcaban el ritmo, el ritmo de dos
cuerpos que se habían convertido en uno.
Empujé su espalda contra el
suelo, y como si fuese lady godiva cabalgando a su caballo negro, me olvidé del
mundo, me abandoné al deseo, mis tetas
botaban al ritmo de mis caderas, mientras la brisa acariciaba nuestras pieles
desnudas, no sé si gemíamos, ni siquiera sé si seguíamos en esos cuerpos, o los
habíamos abandonado para arder en el infierno, me sentía salvaje, le sentía
salvaje, galopando contra el viento sintiendo la libertad, la libertad
convertida en deseo, de nuevo sin percepción del tiempo.
Tras pasar todo los límites de
esa enajenación que nos había abrazado, se incorporó y atrapó mis labios en el
momento justo para que pudiesemos inhalar el orgasmo, y digo él porque solo fue
uno, el de ambos. La locura se escapaba caliente entre mis piernas, testigo de
dos locos sin medida. Así sin movernos fuimos volviendo a la tierra, regresando
a nuestros cuerpos, acomodando emociones.
“voy al baño y traigo las birras
vale?” le dije mientras con mi dedo recogía lo que corría en entre mis piernas
y le llevaba a mi boca, no quería olvidar nunca el sabor de aquella bendita
locura.
Al pasar por la sala no pude evitarlo, y mire en la máquina
de escribir a ver que había escrito mientras me hacía bailar, lo que encontré
fueron letras al azar asnncdnvk vnrfkjrekmfe nkrkeoirtirnvkenf keoortcvkenkvnekr
msamsenflf pero terminaban con una frase: “Ahora mismo siento que esta es la
mejor melodía que he compuesto, porque tengo la certeza de que va a hacernos
volar. “
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