Una voz me despertó,
"preparando aterrizaje, abróchense los cinturones, el respaldo del asiento
en vertical...", estábamos a punto de aterrizar, ese viaje era importante
para mi, era algo que hacía algunos años se quedó pendiente y de algún modo
necesitaba hacerlo para cerrar esa página para siempre. El avión tocó suelo,
por muchas veces que vuele nunca dejo de tener esa sensación de alivio cada vez
que ya sé que estoy con los pies en la tierra. Las puertas se abrieron y una
bofetada de calor húmedo me sacudió, estaba en el Caribe, por un segundo sentí
que mis pulmones eran incapaces de respirar, pero esa sensación no era nueva ya
la había tenido hace unos años, cuando hice el mismo trayecto por él. Esta vez
sería diferente, él hacía tiempo que no estaba y yo iba a cumplir ese viaje
especial que teníamos preparado aunque fuese sóla, no soy de las personas que
les guste dejar cosas pendientes, quizás fuese duro, o quizás no, sólo el
destino sabía que me depararía esa aventura, en la que yo sólo buscaba descanso
y cerrar heridas.
Salí rápido del
aeropuerto, es lo que tiene viajar con tan solo una pequeña maleta de mano,
busqué un taxi y me dirigí al puerto, allí Mary, una mujer Americana que
regentaba unas cabañas en la isla a donde iba, me dijo que mandaría a alguien a
recogerme.
En el taxi iba
sobrecogida, no había vuelto a escuchar ese acento desde que Él y yo nos
despedimos llorando en el aeropuerto de Madrid porque nuestra historia no podía
avanzar más. Todo me recordaba a él. Aquello iba a ser más difícil de lo que me
esperaba.
Caminé hasta el lugar
en el que Mary me había descrito que estaría la barca, pero allí no había
nadie. Pregunté a unos pescadores y me confirmaron que era el lugar, que no me
preocupara que no se demorarían. A lo lejos vi acercarse una pequeña barca con
motor, la conducía un muchacho joven, con el pelo medio largo, moreno, que
agitaba la mano saludando, parecía indicar: "tranquila que ya estoy aquí",
y en verdad sentí alivio al verlo.
Al llegar a mi altura
cogió mi maleta y me ayudo a bajar, se disculpó, era el hijo de Mary, no
trabajaba en el alojamiento, estaba sólo de visita, pero la persona que tenía
que recogerme había tenido un pequeño percance y tuvieron que ir a buscarlo a
la playa donde estaba buceando para fuera a recogerme. Hablaba pausado, su voz
transmitía tranquilidad, sus ojos eran vivarachos y rebeldes, tenían algo
especial que te atrapaba, te hipnotizaba. Una pregunta me sacó de mi
ensimismamiento ¿Y como conoce esta pequeña isla una española? Esa si que era
una pregunta que yo no quería responder. "Es una larga historia, no
importa como ni porque, lo importante es que estoy aquí". Sus ojos se
abrieron y su boca esbozó una sonrisa "si te apetece después brindaremos
por eso", sin darme tiempo a contestar se puso en pie, estábamos llegando
a la playa, se quitó las chanclas, paró el motor y saltó al agua, le pasé mi
maleta y aunque bien podría haberme bajado por el lado de la arena quise
hacerlo donde él estaba, retiré mis sandalias, las lancé a la arena, me senté
en el borde de la barca recogí mi falda por encima de las rodillas y salté, él
reía travieso, debía de pensar que estaba loca, pero extrañamente me sentía
feliz, el agua cubría por encima de mis tobillos, pero quería sentirla.
Él dejó la maleta en
las maderas que conducían a la cabaña principal donde suponía estaba recepción
o el restaurante y volvió a por mí, la falda se me soltó y acabó arrastrando en
el agua, yo solté un pequeño grito y él rió a carcajadas, comencé a dar patadas
al agua para salpicarle con el pie, en un segundo ambos estábamos empapados.
" Estás loca, mi madre va a seguir pensando que soy un irresponsable"
yo reí "diré que fue mi culpa".
Entramos en el hall,
Mary al vernos entrar cambió su cara...solo atinó a decir "Pero....",
él riendo dijo " te traigo a la española, sana y salva aunque un poco
mojada, y rió", su madre no reía, me presenté y riendo le dije que la
culpa había sido mía, él quería enseñarme la habitación pero la madre le dijo
que se cambiara que tenía que hacer cosas.
Mary me pidió
disculpas, me dijo que su hijo era un loco, que siempre andaba de aquí para
allá que no se centraba en nada, que siempre pensó que se le pasaría algún día y
que a esas alturas ya había perdido la esperanza, pero que era maravilloso, que
la adoraba y que la hacía reír incluso cuando se enfadaba, que sabía cuando
llegaba a verla pero nunca hasta cuando se quedaría. " Faltan tres horas
para la cena acomódate, descansa un poco y luego nos vemos" me dijo antes
de cerrar la puerta, era una mujer muy amable, de joven debió haber sido
bellísima, aún conservaba un bonito cuerpo.
Me tumbé desnuda
sobre la cama, estaba en el piso de arriba, era una cabaña de caña pero tenía
un gran ventanal desde el que se veía el mar, estaba observando las olas en esa
playa desierta cuando le vi llegar, se quitó su camiseta y comenzó a correr,
estaba moreno, tenía un torso lindo, corría descalzo, en pocos minutos lo perdí
de vista, me había hecho sentir como una niña traviesa entrando empapados en el
hall, no podía evitar sonreír al recordarlo.
Apareció de nuevo en
el horizonte regresó corriendo hasta el lugar donde había dejado su camiseta y
corriendo como si de un niño se tratase entró en el agua rompiendo de cabeza
contra la olas, era una imagen maravillosa, era la viva imagen de la libertad,
mientras le observaba acariciaba mis pechos, esa mezcla de libertad, de locura,
de travesura, me hacía sentir, está vez no se dirigió al lugar de donde vino,
se acercó hasta mi cabaña, estuvo unos segundos frente a ella, yo inmóvil, sin respirar,
el corazón palpitaba a mil, fueron unos segundos que se hicieron eternos, pero
pasó de largo. Mi cuerpo, mi mente reaccionaba a cada uno de sus gestos, que
estaba pasando, ¿que era aquello? Lo sabía pero temía pensarlo era magia,
aunque en el fondo lo deseaba.
Apenas faltaba media
hora para la cena, sentía algo dentro de mi que me hacía sentir intranquila, intranquila
pero feliz, me había preparado para un viaje de sensaciones pero esa no había
entrado en mis posibilidades.
Disfruté de una larga
ducha, el agua fría resbalaba por mi cara, me encantaba esa sensación, mis
manos enjabonaban el cuerpo, disfrutando de su suavidad, recreándose en cada
rincón, es bellísima la sensación de amarse a uno mismo, de mimarse, de
quererse. Me sentía libre, supongo que ver la libertad reflejada en cada gesto
de aquel hombre me había dado cierta envidia. Y así quería seguir sintiéndome,
me puse un vestido finito cómodo, con un escote en pico que sujetaba mis pechos
generosos sin ropa interior, no quería ataduras, serían unos días de libertad
absoluta.
Me senté en una mesa
retirada, la que más cerca de la piscina estaba, de fondo se veía el mar y el
sol esconderse, era un lugar verdaderamente bello, la luna asomaba en lo alto
pero aún había demasiada claridad para poder recrearse en ella, el camarero
vino a preguntar que iba a querer cenar, sin duda quería algo fresquito una
ensalada estaría bien y tal y como él me aconsejó la mejor opción sería un
pescadito, solían cocinar lo que pescaban la noche anterior, era una gran plan,
y un vino fresquito por supuesto, me encanta el vino. Miré a mi alrededor y tan
solo había cinco o seis parejas acarameladas, ese debía de ser un destino
romántico de luna de miel o de especiales celebraciones, y en verdad así fue para
lo que yo lo descubrí tiempo atrás, pero no me generaba ninguna sensación
negativa al contrario me resultaba divertido observarles, en verdad el amor
cuando está en su punto álgido es bonito.
Estaba dando un sorbo
a mi copa de vino cuando una voz se dirigió a mi desde detrás de la barandilla
que separaba la piscina del restaurante “hola bonita, ya te acomodaste?” al
girar le vi, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, continuaba mirándome con
ojos de travieso, sonreía porque sabía que me había sobresaltado al escucharle.
“Estaba con la cabeza en otro lugar me has asustado” “Me di cuenta, tan feo soy”
.Que debía de contestar a eso?? Feo?? Si me parecía el hombre más atractivo que
había visto nunca. “Uy que vanidoso, intentas que te diga lo guapo que eres??
No te diré algo que ya sabes” y le guiñé el ojo mientras reía. “Esperas a
alguien para cenar?? Quieres cenar sola?? O permites a este loco que comparta
mesa contigo??”.Con voz seria le contesté “Sería un placer compartir mesa y
charla con usted caballero” y saltando por encima de la barandilla pasó al lado
de la mesa, “Voy a avisar de que traigan dos de lo que hayas pedido”. Se acercó
al camarero y regresó sonriendo.
Pasamos largo rato
cenando y conversando sobre nuestras locuras, nuestro concepto sobre la
felicidad, el amor, la pasión, el compromiso, en definitiva sobre nuestra forma
de ver la vida. Habíamos terminado de cenar, la noche nos había vencido, se
hizo el silencio entre nosotros, miramos a nuestro alrededor, las parejas
estaban mucho más cariñosa que al empezar la cena. “Es grato encontrar alguien
con quien conversar en un lugar como este, donde las almas perdidas como tu y como
yo no tenemos mucha cabida" "No se que habría sido de mí si estuviera
aquí sola mirando esta estampa" reímos juntos, "Demos un paseo por la
playa" me dijo mientras se levantaba y me ofrecía su mano, por supuesto le
seguí, "dame un segundo" salió corriendo hacia dentro del
restaurante, salió con las manos detrás y corrió de nuevo a mi lado, cuando
llegó a mi altura me enseñó una botella a medias, como el niño travieso que la
consigue a escondidas. Nos sentamos en la playa.
Había una preciosa
luna menguante, abrió la botella y le dio un trago, yo intenté hacer lo mismo
pero mi garganta ardía, él por supuesto se reía de mi, estábamos mucho más
cerca, las conversaciones de la cena habían quitado muchas barreras, ambos creíamos
que la vida había que exprimirla, ambos entendíamos el amor como algo
maravilloso que no necesariamente debía de ser convencional, ambos entendíamos
las locuras como medio de vida, y la magia como el alimento que nos quita la
sed.
Nos miramos, sabíamos
cuanto nos deseábamos, su sonrisa fue desapareciendo levemente, mis ojos no podían
dejar de mirar esos labios, esos que habían pronunciado tantas palabras que me habían
atrapado, esos que me moría por besar, que me moría por morder, lentamente se
acercó, sus labios rozaron los míos, mi cuerpo se estremeció, lo deseaba tanto,
que el placer que ese roce me proporcionaba era inconmensurable,
instintivamente mi boca se entreabrió, quería probarle, saborearle, esta vez
sus labios se apoderaron de los míos mientras sus manos me abrazaban, el mundo
se había parado, no había palabras no las necesitábamos, mirándome en silencio,
acercó sus manos a mis pechos los acarició sobre la tela, sonrió al sentir
endurecerse uno de los pezones, y darse cuenta de que no llevaba ropa interior,
sus dedos agarraron en vestido y poco a poco lo bajaron hasta dejarlas al
descubierto.
Sus ojos expresaron
sorpresa, eran grandes, pero la forma en que mordió sus labios le delató, sin
duda la resultaban apetecibles, su boca se acercó, su lengua lo recorrió
lentamente mientras mis dedos jugaban con su pelo. Un sonido nos sobresaltó,
era su teléfono móvil, se incorporó protestando para poder sacarlo, yo reía
porque había sido muy inoportuno, mientras él se entretenía apagándolo yo me
incorporé, me quité el vestido y desnuda salí corriendo hacia al agua donde sin
pensámerlo me metí saltando contra las olas, volteé al verle y me estaba
mirando incrédulo, pero tras unos segundos de incertidumbre se desnudo y corrió
hacia mi.
"Perdóname, que
inoportunos" "Nada tranquilo, nos han roto la magia" le dije
poniendo pucheros, se puso serio, se acercó y me dijo "La magia está aquí
y aquí" primero posó su dedo sobre mi pecho y después dio un beso en mi
cabeza, "Ya nadie podrá quitarnos la magia", yo solo bromeaba, no
esperaba una contestación tan seria, pero me había hecho sentir bien, yo sabía
que eso existía y que no iba a desaparecer así como así, ninguno quería que lo
hiciese. Me acerqué y bese sus labios, mis manos abrazaron su espalda, lo
apretaron contra mi, quería sentir cada cm de su piel, quería que fuésemos solo
uno, nuestras bocas se devoraban tiernamente, pero con una lujuria que iba en
aumento, sentí su pene erecto endurecerse contra mi piel, mi mano se acercó a
él, lo acarició, mientras mis dientes mordían su labio. Quería alargar aquello
el máximo tiempo posible, quería que esa noche fuese eterna, mis piernas
rodearon su cintura, y mi clítoris, hinchado sentía el roce contra él con el
vaivén de las olas, sus manos apretaban mis nalgas, meciéndome para sentir ese
roce que nos estaba volviendo locos a ambos, él soltó mis piernas de su
cintura, y sin dejar de besarme buscó la humedad de mi sexo, humedad que no se
debía a estar en el agua, era una humedad caliente sedienta de caricias, de mimos,
de embestidas y sexo.
Dos dedos me
penetraron mientras su boca se adueñaba de uno de mis pezones, lo mordía, sentí
dolor, pero era placentero, ese dolor me hacía saber que estaba viva, no se
trataba de un sueño. Mi respiración estaba agitada, eran tres ya los dedos que
me penetraban mientras que su dedo gordo frotaba mi clítoris, nuestras bocas no
se separaban...ahogaba mis gemidos en la suya, mientras mis manos se aferraban
a su cuello a su espalda, donde podían, estábamos entregados bajo la luna. De
un movimiento volví a poner mis piernas en su cintura y con sus manos en mis
caderas lentamente me penetró, lentamente, mirándome a los ojos, ellos se
decían todo aquello que las palabras eran incapaces de transmitir, comencé a
moverme para hacerle disfrutar, para hacerme disfrutar, mis caderas hacían
movimientos circulares mientras él apretaba duramente mis glúteos, ya no éramos
personas, nuestras cabezas ya no mandaban en nuestros cuerpos, en nuestros
deseos, éramos tan sólo dos animales dando rienda suelta a su instinto,
bailando al son que el mar les marcaba. Estábamos salvajes, cabalgaba sobre su
miembro como si no hubiese un mañana, sentía como golpeaba contra el fondo de
mi vagina, me sentía llena, dos orgasmos recorrieron mi cuerpo en ese rato,
ahogando mis gemidos en su boca, mezclando la humedad que mi cuerpo emanaba con
la del mar. Después del segundo me bajó de encima suyo y sin dejar de abrazarme
y besarme me llevó hasta la arena, le tumbé sobre ella, besé su cara, besé su
cuello, deslicé mi lengua hasta su ombligo, y bajé hasta su sexo, mi lengua lo
recorrió, saboreando de ese modo, el elixir que él había provocado, aún sabía a
mí, se estremeció, lentamente mi boca fue succionando hasta hacerlo desparecer,
él miraba al cielo absorto en su placer, su mano acariciaba mi pelo, acariciaba
mi cara, mientras mi lengua jugaba con su glande, mientras mi lengua recorría
su tronco para después penetrarse varias veces. Sentía su respiración aumentar
el ritmo, sentía como los gemidos se escapan de su boca, suponía que no le
quedaba mucho tiempo.
Se incorporó y se
tumbó sobre mi, lentamente me penetró y comenzó a embestirme cada vez con mayor
cadencia, ambos gemíamos como si la vida se nos fuera a escapar después de
aquello, la luna era testigo de lo que estaba ocurriendo y no nos quitaba ojo,
pero que ella nos observara nos excitaba aún más. Tras una profunda embestida
clavé mis uñas en su espalda, señal inequívoca de lo que estaba a punto de
ocurrir, y en una sincronización perfecta nuestros cuerpos se sacudieron al
unísono, sentí como su leche caliente invadía mi cuerpo, como su pene daba
espasmos trasmitiéndome sus sensaciones, sentí como habíamos compartido lo más
grande que teníamos nuestros corazones y nuestra intimidad.
Pasamos varios
minutos así, abrazados sin hablar sin pensar, solo sintiendo, recuperando el
aliento, volviendo a la realidad.
Nos incorporamos nos
vestimos y fuimos hacia mi cabaña, en la puerta había una hamaca entre dos
palmeras "Has dormido alguna vez en una hamaca??" moví mi cabeza en
señal de negación, "pues si te apetece, siempre tiene que haber una
primera vez para todo". Entre por unas toallas, me acomodé entre sus
brazos y con una paz que no recordaba haber sentido jamás me dejé envolver por
el sonido del mar, el olor a sal, y el calor de su cuerpo pegado a mi, pensando
que si eso había sido un sueño no quería despertar jamás.