Cuando llegué
ya estaba esperándome, subió al coche y me dio un beso profundo, siempre
teníamos ganas de vernos pero encontrar un rato no era fácil, eso si cuando lo
encontrábamos se paraba el tiempo.
Enseguida
llegamos a casa, se sorprendió al entrar y ver lo que le esperaba, me abrazó y
me besó, "eres una caja de sorpresas, me apetece mucho, me encanta el
fuego," Cogí un par de cervezas de la nevera, nos quitamos los zapatos y
nos sentamos sobre las mantas, nos liamos un peta, mientras nos tomábamos las
cervezas, nos quedábamos absortos mirando el fuego mientras nos acariciábamos y
jugábamos con el humo. Entre risas y caricias nos fuimos desnudando, las
lenguas comenzaron a juguetear, nos besábamos de forma divertida, jugando a no
dejarnos, nos deseábamos, pero ambos queríamos dilatar el momento.
"bueno y
ese masaje para cuando??" me dijo, me aparté y se tumbó bocabajo, puse
aceite de fresa en mis manos, y dejé gotear a lo largo de toda su espalda, mis
manos comenzaron a acariciarla, primero extendiendo el aceite a lo largo de
toda ella, mis pulgares trazaban círculos sobre su piel desde la columna hacia
afuera, masajeaban sus omoplatos y subían firmemente por sus cervicales, ayudándolo
a que espalda se fuese destensando, mis manos acariciaban suavemente su
espalda, sus caderas, jugaban sobre su coxis. Música relajante sonaba de fondo lo que ayudaba a
crear un clima cálido.
Sin dejar de acariciarle
cambié de posición entreabrí sus piernas y me coloqué entre ellas, puse aceite
en mis manos y empecé a masajear sus pies, primero extendiendo el aceite, después
presionando las plantas, acariciando los dedos, y jugando con los ritmos mientras
subía hacia sus muslos. Dejé caer más aceite sobre sus glúteos, lo extendí,
masajeaba sus muslos, y mis pulgares acariciaban sus testículos de refilón,
masajeaba con firmeza sus glúteos, y rozaban su ano y su perineo, sus piernas
se contraían, lo que hacía pensar que comenzaba a excitarse.
Le pedí que
se diera la vuelta, me coloqué detrás de su cabeza puse aceite sobre mis manos
y comencé a masajear su frente, sus sienes, deslizaba las yemas de mis dedos
por su cuero cabelludo, mis manos se deslizaban por su cuello, podía observar
como su polla estaba cada vez más erecta, estaba relajado, mi dedos jugaban con
su cuello y su mandíbula, de ahí pasaron a su pecho, jugando con sus pezones,
él abría los ojos, observando mis pechos cerca de su cara, sus manos intentaron
tocarlas pero no se lo permití, mis manos bajaban hasta sus caderas y subían
bordeando su polla que ya estaba erecta, pero si llegar a tocarla, para subir
por su ombligo.
Me coloqué
entre sus piernas, dejé caer aceite sobre su sexo, mis manos masajeaban sus
ingles, acariciando sus testículos, puse aceite sobre mis pechos, y mis manos
subían por su torso mientras mis tetas acariciaban su miembro, un gemido se
escapó de sus labios, y mi lengua lo recogió de un lametón, mi lengua dibujó
los tatuajes que dibujaban su torso.
Una de mis
manos tomó su polla esparciendo bien el aceite, mientras mi otra mano jugaba
con sus testículos, la masajeaba lentamente, jugaba con su punta, mis manos
pintaban diferentes movimientos. Unos con más intensidad, otros con más
velocidad. Los gemidos ya no eran disimulados, se incorporó, acercó su boca a
la mía, y me beso mientras me abrazaba, puso mis piernas a los lados de la
suya, y muy despacio dirigió su polla hacia mi, nuestras pelvis se unieron y
fundidos en un abrazo comenzamos a bailar al unísono, nuestras bocas se devoraban,
su boca apretaba mi cuello, mientras mis manos se aferraban a su espalda.
El sol
iluminaba nuestras caras, mis dientes se aferraban a su labio inferior, de un
movimiento me tumbo en el suelo, sin sacarla y comenzó a embestirme con fuerza,
besaba mi cara, mientras yo mordía uno de sus dedos, el ritmo se iba acelerando, estábamos muy
calientes, mis piernas rodearon su cintura, los cuerpos se pegaron, las bocas
se unieron y siendo uno, estallamos en una llamarada de placer, mientras ambos
orgasmos morían en nuestras bocas, nos bebimos los gemidos, nos comimos las
sonrisas y abrazamos pasamos un rato observando el fuego, charlando cobre que preferíamos
ir al infierno que al infierno, porque preferíamos la ropa negra y roja antes que
los tonos pasteles.
Y entre risas
abrí una botella de vino y mientras nos tomábamos la primera copa brindábamos
por todas las noches que nos quedaban por disfrutar, era hora de cenar y coger
fuerzas, teníamos toda la noche por delante....