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El verano
estaba terminando y un día como si las fuerzas de la madre tierra nos cruzaran,
nos conocimos tu y yo, fue extraño en apenas unos segundos nos sentimos amigos,
y en apenas unas horas habíamos desnudado nuestras almas.
Pasamos
varios días en una montaña rusa incesante, igual reíamos, que llorábamos, que
incluso de forma fortuita nos excitábamos. Largas horas enredados en
interminables conversaciones, en reconfortantes abrazos, en caricias entre
lágrimas esculpidas por las palabras, en silencios, en temores, en
desconciertos...rodeados de una química especial que hacía a nuestros cuerpos
reaccionar ante las reacciones del otro.
Ambos
estábamos ansiosos o temerosos de encontrarnos, todo era demasiado complicado, las
circunstancias, la falta de tiempo, yo sabía que quería verte, pero tu no lo
tenías tan claro, unas veces lo deseabas, otras lo rehuías. Yo decidí dejarlo
en tus manos, olvidarme de eso y disfrutar de lo que había y que tan feliz me
hacía.
Era viernes
por la mañana, me llegó un mensaje, eras tu, "Cambio de planes, tengo 2
días libres. Sigues queriendo conocer al bobo del fondo de la
foto???" "Of course"
respondí "coge un bikini, ah no que eres nudista, jajajaja"
contestó...."que gracioso, cogeré uno ;-), organizo aquí y te llamo"
Organicé lo
que me quedaba de trabajo y en menos de dos horas ya estaba montada en el coche
con mochila incluida". Las pocas horas que nos separaban se me hicieron
eternas, estaba nerviosa, había sido todo muy intenso y no sabía que iba a
salir de ahí. Lo que si tenía claro es que me moría por abrazarte.
Dejé el coche
en la puerta, tenía un nudo en el estómago, te escribí desde el coche,
"estoy en la puerta, es tu última oportunidad para salir corriendo ajajja,
estás seguro de que quieres que toque??" Estaba mirando el tlf cuando
saliste por la puerta, me bajé del coche, te acercaste a mi, y nos fundimos en
un abrazo eterno, en un abrazo de los que no se olvidan jamás, un abrazo que
resumía todas esas horas de conversaciones. Pasamos a casa cogíó una mochila y dijiste
que nos íbamos... ¿como que nos íbamos? a donde? no me gustaban las sorpresas
me gustaba darlas pero no recibirlas. En unos minutos llegamos al puerto, no
podía ser verdad, sabías que me daba miedo el mar, sabía que la idea de no ver
tierra por ningún lado me daba pánico. Reías porque yo me resistía como una
niña a subir...tirabas de mi mano para que entrara...ambos reíamos. Yo sabía lo
importante que era ese barquito para ti, el esfuerzo que te había costado poder
cumplir tu sueño. Nos acomodamos y zarpamos, era poco después de medio día,
abrimos una cerveza, yo insistía en que me daba miedo estar perdida en el
océano, pero me pedías que confiara en ti. Me quité la ropa y me puse el
bikini, al salir con él puesto te empezaste a carcajear, "eres una nudista
de palo por lo que veo" " y tu un idiota, no sabía que hacer, se que
hay confianza pero..." te acercaste y me abrazaste, tus manos se posaron
en mi cuello mientras sus pulgares acariciaban mis mejillas y tus labios por
fin se unieron a los míos, un beso tierno, cálido, un beso tranquilizador,
"claro que estamos en confianza, ponte cómoda", te desnudaste y
desapareciste de la cubierta, yo hice lo propio y me tumbé a tomar el sol.
Disfrutaba
sintiendo los rayos del sol en mi cuerpo desnudo, ya no eran tan intensos, eran
soportables, y una pequeña brisa lo hacía muy agradable, te acercaste con un
par de latas y un peta, venías desnudo, por primera vez podía observarte, eras
un hombre muy atractivo, alto fuerte, con un buen cuerpo, algo de barriguita y
llevabas estupendamente tus añitos, tus manos eran grandes, y una semierección
que dejaba intuir que las habladurías del entorno acerca de tu dotación no era
un bulo. Te miré descaradamente, ya te había advertido que no podría evitarlo
cuando nos viesemos y te tapaste con las cervezas de forma divertida, nos
sentamos a compartir esa marihuana juntos,
las conversaciones se sucedían, entre caricias y besos, no pasábamos de
ahí, nos sentíamos cómodos, felices, no teníamos prisa, el sexo no era el
objetivo, era un regalo. El tiempo se pasó volando y enseguida vimos tierra,
era formentera, reconozco que me tranquilicé cuando lo ví. Nos acercamos un
poco a una cala, El sol estaba bajo aunque aún se sentía su calor, paramos y al
ver ese agua transparente te propuse bañarnos. No quisiste hacerlo pero yo si
lo hice, fue un placer disfrutar desnuda de esas aguas traslucidas. Pasé un
rato nadando y disfrutando, te asomaste, me observabas, te incitaba para que
vinieras pero no había forma, que soso..... Me ayudaste a subir, te abracé para
mojarte y sentí su erección en mi ombligo al hacerlo, no podíamos dejar de
sonreír, las manos acariciaban nuestras espaldas mientras nuestras bocas se envolvían
en un baile maravilloso. Agarraste mi mano y me llevaste a popa, habías preparado
unos platos, un poco de queso, un poco de jamón, un par de copas y una botella
de vino frio. No podía creerlo yo no estaba acostumbrada a eso, tenía la
sensación de que no era real, de que no me estaba pasando a mi, pero fuere como
fuere lo iba a vivir, disfrutamos de la cena, del vino y de una maravillosa
conversación mientras el sol se despedía de nosotros.
En unos
momentos era de noche, nos tumbamos y decidimos que era hora de dejar de
hablar, se hizo el silencio, nuestros ojos se miraron fijamente, las manos se
entrelazaron mientras nuestros labios se buscaban y nos dejamos embeber por la
magia que nos envolvió, nuestros corazones se fusionaron para latir al mismo
tiempo, desde el instante en que nos conocimos se había producido una gran
conexión, y estábamos a punto de que la conexión fuera completa, mi piel se
erizaba al roce de tus manos que se deslizaban lentamente por mi cuello, solo
la yemas de los dedos, como si temieses que me fuese a romper, tu boca no se
separaba de mi, tan solo para coger aliento y resbalar por mi cuello tras tus
dedos, me faltaba el aliento, sentía un leve mareo, tu boca resbalaba por mi
ombligo, yo me limitaba a acariciar tu pelo y a volar.... tus manos
entreabrieron mis piernas, tu lengua se deslizó por el interior de mi muslo, yo
estaba muy excitada, posaste tu aliento sobre mi sexo y sentir su calor me hizo
estremecer, tu lengua se abrió paso lentamente recorriéndolo de abajo arriba cuidadosamente,
para terminar posándose sobre un pequeño botón que se erizaba esperando su
encuentro...
Tu lengua lo
envolvió, jugueteó con él, degustó el caramelo que junto a mi alma se deshacía
en tu boca, tus dedos me penetraron firme pero pausadamente, mientras mis manos
se aferraban a tu cabello, una vez dentro comenzaron a incrementar el ritmo y tu
boca se volvió loca, y yo con ella, tu lengua cálida, tensa azotaba mi clítoris
mientras tus dedos me hacían gemir, esos gemidos te daban cuenta de que estaba
a punto de estallar, tu lengua cesó un segundo me miraste y me dijiste
"pequeña dáselo a tu cabrón" y como si esas palabras destaparan la
caja de pandora, los movimientos se volvieron las bruscos y los gemidos se
convirtieron en gritos, y entre ellos, exploté en un orgasmo del que bebiste
gota a gota.
Mientras me
recuperaba colocaste tu cuerpo entre mis piernas, compartiste mi sabor con un
dulce beso, y en un lento vaivén comenzaste a frotar tu sexo erecto sobre el mío,
me besabas y te comportabas como si me estuvieses penetrando, solo que tu sexo
rozaba el mío que se encontraba tierno y cariñoso del orgasmo anterior, y se
empapaba con la huella de lo que acaba de ocurrir, tu roce me volvía loca, "deja
de hacerme sufrir, hazme tuya más de lo que soy" te dije tras morderte el
labio, de un movimiento me penetraste duro....un gemido salió de mi boca que tus
labios recogieron.
Estabas
excitado, tu cuerpo salía de mi para volver a entrar de forma intensa, me
gustaba sentirte, mis uñas apretaban tu espalda, tras varias penetraciones mis
piernas te rodearon, quería que me follaras de verdad, te apreté contra mi y
comenzaste a penetrarme cada vez más duro, era sexo pero nuestras miradas no se
separaban, se hablaban un dulce lenguaje que lo convertía todo en mucho más. Te
empujé y te dejaste hacer, puse tu espalda contra el suelo y me senté sobre ti,
mi espalda erguida te mostraba mis senos frente a la luna, mientras mis caderas
hacían círculos contrayendo y descontrayendo, para que pudieras sentirme, me
observabas, con los ojos muy abiertos, esos ojos verdes que parecían registrar
cada instante, llevé tus manos a mis pechos y comencé a botar lentamente sobre
tus caderas, mi cara de traviesa no se apartaba de ti, mis manos se apoyaban es
tu torso, y sin apenas apreciar el acelerador el ritmo se fue incrementando, tus
manos apretaron mis caderas para poder dirigir el ritmo que más te hacía
disfrutar y yo me dejé hacer, mi cuerpo estaba a merced de tu ritmo y el tuyo a
la merced de lo que mi cuerpo le hacía sentir, éramos uno, y a cada instante
más entregados al instinto de la noche, los gemidos de ambos se entrelazaban
con el sonido del viento, nuestros cuerpos vibraban al unísono y al unísono también
sintieron una oleada de placer que recorrió ambos cuerpos, dejándome tendida sobre
ti....recuperando el aliento, entre sudores, entre leves murmullos..
Nos
acomodamos el uno al lado del otro y mirándonos a los ojos solo se escucharon
unas palabras que retumbaron en el océano, "Te quiero", ambos
sabíamos lo importantes que eran esas palabras.
Entre mis
brazos te dormiste yo no quería hacerlo no quería perderme ni un solo segundo
de lo que estaba viviendo, la luna nos bendecía, el mar nos mecía y la brisa
nos cantaba, todo estaba bien, todo estaba en calma, conté cada estrella del
firmamento y cuando el sol comenzaba a despertar, abriste los ojos estiraste tus
brazos para apretarme contra ti y me susurraste al oído, "pequeña no
tengas miedo, duerme, no me voy a ir, cuando despiertes voy a seguir aquí".
Y su voz se
llevó mis fantasmas, y el silencio del amanecer todos mis miedos.